Cuentan que al ingresar al convento de Santa Mónica, las novicias recibían una escultura del Niño Dios, al que tenían que cuidar y vestir todos los días como si fuese un bebé real. Así, estas mujeres sublimaban su deseo maternal a cambio de la unión espiritual con Cristo.
La Jornada de Oriente
8 de septiembre de 2008
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