
En las fiestas populares los actos realizados van más allá de lo aparente, toman otra significación para regresar, simbólicamente, al caos primigenio: figuras antagónicas como los diablos o las marotas se encargan de subvertir valores, satirizar o caricaturizar los roles al tiempo que los símbolos religiosos son la promesa de que el orden será restablecido.
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